Me quedé bastante sorprendido cuando al terminar el tedioso, pero emocionante escrutinio electoral, y salir a la palestra el responsable de la campaña electoral del Partido popular para explicar los resultados de las elecciones tanto autonómicas como locales. Sin más dilaciones se aprestó a repetir machaconamente que su partido había ganado las elecciones en todo el orbe hispánico, A lo que más tarde remachó su presidente de partido y Gobierno que ello era “incuestionable”
Acababa de ver el tremendo patinazo aristocrático que se había pegado la candidata para el ayuntamiento de Madrid, Esperanza Aguirre, a manos de la juez Carmena, candidata impulsada por una humilde plataforma ciudadana (Ahora Madrid), con la participación activa de Podemos. Igualmente, Adda Colau, candidata al ayuntamiento de Barcelona, con el aval de otra también humilde plataforma ciudadana (Barcelona en Común), impulsada con acierto por Podemos, se hizo con las riendas de una de las plazas electorales más dificultosas de nuestro país. Nada menos que el Ayuntamiento más emblemático de Cataluña. Con un par de espléndidos ovarios.
No pude evitar pensar que aquel discurso de Floriano, el mencionado responsable de campaña, se parecía mucho A un extraordinario dibujo de Forges. En él se veía un fondo negro recortado de cabezas que estaban pendientes de un bien iluminado ring de boxeo visto desde el túnel de vestuarios. Sobresalían unos camilleros que llevaban a un boxeador tumbado boca arriba con la cara destrozada: los ojos, los pómulos, la nariz, la boca, el mentón y completamente noqueado, pero llevaba un brazo levantado en cuya mano aparecía claramente la señal de la victoria. A un lado, al paso de la camilla, dos mánager, con traje y sombrero, como los norteamericanos, se comentaban: ¡Habrá que decírselo!
Lejos de hacer un análisis sobre el resultado electoral, pues no llego a esa rara inteligencia de las ciencias sociales, me he fijado en que aquello que en otro artículo describiera como el fenómeno político y social más importante de los últimos treinta y tantos años encarnado en el 15M y después Podemos había sufrido una transformación referida a su ideario, por parte de una holgada mayoría de medios de comunicación y tertulianos afines,
Ya no son ni bolivarianos ni proetarras ni proiraníes. Son socialdemócratas auténticos y así lo ha entendido muchísima gente, con independencia de los simpatizantes que le reclaman mayor radicalismo. Es difícil que lleguen a gobernar en solitario, pero resulta impagable el beneficio que ya han hecho a la sociedad española al quebrar posiciones anacrónicas y dañinas para la convivencia de los españoles. El Partido Popular nos había llevado a una dictadura de facto con el abuso desmedido de su mayoría absoluta. Se han ahorcado a sí mismos. Nunca más una mayoría absoluta de nadie, y menos de chorizos, parecen decir los votantes. A los españoles ya no nos asusta la despectiva, interesada y amenazadora denominación de Frente Popular porque ni las circunstancia sociales son las de entonces, y en ningún caso existe la posibilidad de una guerra civil, lo mismo que el Partido Popular acoge desde la derecha más rancia y montaraz a la más templada, y pocos lo catalogan de totalitario irredento.
Ni ha habido un 14 de abril, ni Podemos y demás izquierda son rojos de libro y destrucción. Son, simplemente, demócratas, y el pueblo decidirá. Convendría que la derecha se acostumbrase a entender que eso es la democracia. Nos hemos quitado de encima el cáncer de las mayorías absolutas, y la coherencia y la decencia parecen llegar.
De no ser así sería una triste pena.
FLORO. La Pizarrera. 26.5.2015