En estos momentos, toda Europa, y parte del extranjero, se ha dado por enterada de que por primera vez en décadas un partido de izquierda, en Grecia, más allá de la socialdemocracia clásica europea, ha ganado, con mucho mérito, unas elecciones democráticas en el corazón de la Unión Europea. Este hecho, por sí mismo, ya es un acontecimiento. En política, todo lo que se hace por primera vez se convierte en histórico, aunque sea para mal. Sin embargo, en esta ocasión, los griegos han dado un giro a su mentalidad de derrotados y se ha producido la catarsis de los menguados por la crisis ilegítima para rechazar las criminales apelaciones al voto del miedo por parte de los mayores poderes económicos del mundo, sobre todo de Europa. Grecia debe dinero a mansalva (dice el ministro Guindos que a España 26.000 millones de euros, que no le piensa condonar –yo no me sienta aludido, después de cómo le han perdonado el dinero a los bancos). Es el país más depauperado de la Unión, al borde de la quiebra. Ha sido más que lógica la rabiosa reacción ciudadana a un secuestro que, con el falso nombre de rescate y aquello tan manido de que las deudas hay que pagarlas sin más, ha empobrecido hasta el límite de la supervivencia a gran parte de la población. De eso, en nuestro país, algo sabemos.
Parecía que no podría ser, que el austericidio impuesto por la estafa de la crisis, el propio fraude en sí, las mentiras, los abusos, la rapiña, la propaganda, la disuasión, eran pena de cadena perpetua. Y comprobamos que hay salida si la ciudadanía quiere y no se deja intimidar. Todavía no se sabe cuál será el recorrido, si acertarán, si les dejarán, hasta dónde conseguirán llegar, pero un trazado abierto es siempre una oportunidad.
Sin quitar mérito al trabajado triunfo de Syriza, lo peor para la coalición que dirige Alexis Tsipras llega ahora, cuando tenga que gestionar el País y la negociación de su deuda desde la cruda realidad del poder especulativo de las finanzas y no desde las promesas.
FLORO. La Pizarrera. 28.1.2015