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TEMA: CRÓNICA REGIA DE UN DISCURSO ANUNCIADO

CRÓNICA REGIA DE UN DISCURSO ANUNCIADO 8 años 8 meses antes #222

  • floro
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A lo largo de la vida, he aprendido que cuando de alguien se espera poco este tiene menos posibilidades de defraudar y que el que poco sabe hacer, poco se le puede encomendar. Este segundo aserto me correspondería a mí, forzado a ser sincero, y el primero al rey pese a su apodo “el preparado”.
Los biógrafos de la corte y cortesanos en general, esperaban con ansia dis-locada una histórica presencia o aparición acorde a cómo debe presentarse un gran monarca moderno, con sobriedad estoica, con sencillez alejada de la pompa y el boato y con cercanía en el modo de dirigirse a los demás. Doy fe, porque lo vi, que al respecto cumplió con esas forzadas diligencias previas al discurso. Los asesores hicieron lo que les parecía normal. Lo de siempre, para qué se iban a molestar en innovar. Total, solo se trataba del primer discurso del reciente rey en la Navidad, cosa ya ensayada hasta el hartago. Para la ocasión, el locutor debía sentarse, bien trajeado, cruzando con elegancia las piernas, la mirada al frente, sin pestañear para leer bien la pantalla que se le ofrecía con el texto de su intervención.
Movía las manos, se tocaba el corazón, agitaba los dedos, asentía, negaba; sonrisa. Hola, soy Felipe de Borbón y mi catálogo de gestos es de rey joven, con ganas, con energía. Y se reivindicó generacionalmente: dijo "regenerar" y dijo "regeneración"; dijo "tiempos nuevos", dijo "nueva época", dijo "base nueva". Y hasta le concedió alguna significación generalista a la nueva política, como "vida colectiva". Y dijo la palabra "futuro" varias veces, como formando una flecha de luces intermitentes de neón apuntando a sí mismo. ¿Lo pilláis? El futuro soy yo. No estuvo mal como alumno aventajado. Sin embargo, el rey sabía de antemano que estaba haciendo el mismo paripé que su anterior. Sabía, con rabia contenida, que poco había de su cosecha en la alocución. Que no era un rey de cambio, sino de recambio y tenía toda la impresión de que las mayorías silenciosas ante la pantalla tenían las mismas sensaciones de abatimiento. Me pareció bien que no hablara de su imputada hermana. No venía al caso darle tres maravedíes al pregonero, aunque con ello defraudara la mor-bosidad de los agoreros que pensaron que allí mismo se iba a inmolar.
Supe al instante que en realidad no sabía lo que Felipe VI pensaba en su fuero interno y que ese hermetismo es constitucionalmente obligado. La Constitución del 78 no le concede poder. La Corona está sometida al Parlamento. El Rey reina, pero no gobierno. Sus discursos no son suyos, aunque no por ello tenga que ser el ventrílocuo del Gobierno. La fatua costumbre es que La Moncloa redacte las intervenciones del Rey, éste las reciba, puede matizarlas, pero básicamente lee lo que quiere expresar el Gobierno en cada ocasión. Por lo tanto la palabra del Rey no es una palabra libre, sino reglada. A partir de estas premisas, el discurso supuso un más de lo mismo un desencanto regio por hablar por boca de ganso y un desencanto más porque el Gobierno, a través del propio Jefe del Estado, hiciera la propagando política que viene haciendo desde hace ya demasiado tiempo.
Salvo por la cuestión de la corrupción institucional y galopante de la que con cierta contundencia habló de su erradicación sin paliativos y sobre la que el Gobierno ya se ha pronunciado hasta la saciedad sin que por ello haya propuesto medidas de hondo calado, del resto de la situación social como los desahucios, la pobreza, la desigualdad, la precariedad laboral, la malnutrición infantil, los comedores sociales, los bancos de alimentos, la dependencia, los jóvenes extraditados y su cifra de desempleo, la congelación de las pensiones, el despisfarro generalizado en obras de pésima calidad, las grandes diferencias en el pago de impuestos de las rentas del trabajo y las del capital, la elefantiásica deuda pública y privada y sus réditos a pagar, el bajonazo en educación y sanidad, la angustia de los enfermos de hepatitis C, y un largo etc. que en tan solo 13 minutos no da tiempo hablar. Para ese plan, que salga, sonría y diga hola y adiós. Del discurso compendiado de Rajoy, ni hablar. Pura farfolla.

FLORO. La Pizarrera. 26.12.2014
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