El día 17 de diciembre de 2014 pasará a la historia como el hito en el que un muro de dimensión bíblica, tipo Sodoma, e inservible se desveló ante la opinión pública mundial como una tiranía anacrónica hacia un pueblo, el cubano.
El presidente de los EEUU, Obama, de modo completamente inesperado, “en un inusual rasgo de valentía” (dicen), y en contra del criterio, a priori, del Congreso de mayoría republicana, abrió el melón de las relaciones con el régimen comunista de la Asamblea Popular Cubana a través del anuncio de desahogar el bloqueo absoluto que mantenía con la isla caribeña durante más de 50 años.
El mensaje de Obama contiene una frase a destacar: “Hemos aprendido tras una dura experiencia, que es mejor fomentar y respaldar las reformas que implementar políticas que convierten a los países en Estados fallidos”. O lo que viene a ser: que se cazan más moscas con una gota de miel que con un cántaro de hiel. Cosa bien sabida desde siempre. El milagro se produce gracias a una intervención divina de primera magnitud porque el Papa Francisco ha estado presente y latente en poner de acuerdo a los afectados en el largo conflicto. Ahora podría comprenderse el aprecio mostrado por Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, hacia el pontífice.
La población civil ha pagado una factura alta por una medida que no ha servido para ninguno de los fines que declaraba. Me alegro por el pueblo soberano cubano y por todos los ingenuos idealistas que han repetido durante años que el bloqueo era un disparate político y humano. No esperemos que a partir de ahora todo sea un camino de rosas para los cubanos. Los ciudadanos necesitan revisar, con cautela, las demandas de apertura de las libertades democráticas, los derechos humanos y la participación del pueblo en aquellas decisiones políticas, económicas y sociales que les conciernen. Condición indispensable, tal como pregonaba aquel librillo de apenas 90 páginas, el peor editado del mundo (poseo un ejemplar) titulado “La Historia me absolverá”. Un extenso alegato político que Fidel castro acuñó aprovechando la defensa que hizo de sí mismo al ser juzgado por el estrepitoso fracaso en el primer asalto al Cuartel de Moncada en Santiago de Cuba. Las aguas no van ya por aquellos cauces. Los años rompieron aquellos diques y el régimen instalado se ha vuelto anacrónico. También ha reventado el cántaro de hiel y el atrapar moscas a cañonazos no procede en estos tiempos.
No obstante, y sin embargo, la historia contemporánea es una sucesiva demostración de la poca utilidad que tiene el realismo de los pragmáticos. Las voces de lo útil se inclinan a gobernar con medidas autoritarias, aprobar leyes represivas y declarar guerras como remedio de todos los males. Tienen el dedo rápido para castigar y la lengua suelta para acusar de idealismo, populismo, ingenuidad o debilidad utópica a los partidarios de otras soluciones menos agresivas.
Luego pasan los días y los acontecimientos demuestran que los acusados de idealismo tenían sus razones prudentes, eficaces, útiles, y que los pragmáticos vivían equivocados o estaban más interesado en provocar conflictos que en buscar soluciones. El delirio de los pragmáticos es mucho más peligroso que la imaginación de los idealistas. Al respecto, aún resuena la cañonería de la guerra sobre Irak decretada por el trío de las Azores. Las sonrisas concertadas de Bush, Blair y Aznar ensombrecieron el mundo, tomaron una decisión firme y se rieron juntos de las protestas que formulamos los ingenuos pacifistas. La historia ha demostrado que utilizaron mentiras para justificar una acción bélica que provocó la voladura de un país y consolidó la barbarie que incluso en nuestro país supuso el mayor derramamiento de sangre desde la Guerra Civil. En fin, esto ya es harina de otro costal.
Que paséis muy felices navidades queridos vecinos y enhorabuena para el pueblo cubano.
FLORO. La Pizarrera. 19.12.2014
