Decía un avispado periodista con ironía que ni a Berlanga se le hubiera ocurrido este esperpento cruel y bochornoso en el que se ha convertido esta semana la España del PP (recuerdo que manda en el Gobierno central y en la mayoría amplia de las comunidades autónomas, no es por nada). Primero nos traen el ébola a Europa y el dudoso honor del tener el primer contagio fuera de África. Después la ministra ofrece una rueda de prensa que da vergüenza ajena y si te he visto no me acuerdo. Entonces envían de mamporrero al consejero de Sanidad de Madrid que llama torpes a los sanitarios y mentirosa a una enfermera voluntaria que lucha a duras penas por sobrevivir. Y finalmente le cargan a ella el mochuelo y se cargan a su perro como si una vez muerto se acabara el ébola. Es todo tan demencial que parece que nos hubiera dado a todos el virus y estuviéramos delirando.
Está sucediendo también que unos jueces inhabilitan casi de por vida con una sentencia express al juez que encarceló a Miguel Blesa como principal culpable del expolio de Cajamadrid. Sucede al mismo tiempo que los correos de Blesa desvelan que repartió tarjetas en negro entre miembros de los principales partidos, empresarios y sindicatos que se gastaron cientos de miles de euros en gastos personales sin declarar. Y a todo esto, quien cae es el juez que investigaba el caso. También es casualidad que otros magistrados anularan como prueba todos esos correos corporativos que contenían los más claros indicios de criminalidad que hoy conocemos como “las tarjetas negras”. Pero es de lo que se trata, de buscar culpables entre todos los demás en un vano intento de salvar el pellejo negruzco de este Gobierno. No hay por dónde cogerlos, bueno, sí.
Este gobierno las lía pardas y luego huye a esconderse como un niño. No solo es cobarde, además no siente empatía, salvo por los suyos (“aguanta, Luis, sé fuerte”. Le decía el presidente a su tesorero encarcelado). Es lo que hace siempre que tiene que asumir responsabilidades. Echarle la culpa a otro. En el Prestige, al capitán. Del Yak-42, al piloto felón, las azafatas dormilonas y tres militares que recibían órdenes. Rato nunca estuvo allí. En el accidente del tren de Santiago y del metro de Valencia (muchos muertos), al maquinista. En el Madrid Arena, a todos los concentrados por ser tantos y aglomerarse, menos a Ana Botella, que estaba en un spa en Portugal. En la Gürtel, a todos los amigos del PP que les traicionaron y a los demás por hacer causa general contra el partido. Del paro y los recortes, la culpa fue de la herencia recibida de Zapatero. De la financiación ilegal, fue Bárcenas que engañó a todo el partido. Y ahora con la inestimable ayuda de algunos medios afines, acusan de contagiar el ébola en España a la propia enferma. La culpa es de Teresa no de las chapuceras medidas de seguridad, ni de los trajes de protección inadecuados, ni de la merma de recursos del hospital debidos a los recortes del PP, ni de la falta de preparación del personal provocada por la improvisación del traslado de los misioneros, ni de la innecesaria y peligrosa idea del gobierno de traerlos a España con el virus, contra viento y marea. Del expolio de Cajamadrid, incluida la estafa de “las preferentes”, bajo la dirección de cargos de su partido, nadie tiene la culpa. Rato, Blesa y el resto de sus consejeros como si no existieran. Este país tiene un virus devastador extendido por todo su organismo y el responsable de atendernos solo se preocupa de salvarse a sí mismo. “Vendrán tiempos malos que nos harán más ciegos. Vendrán tiempos ciegos que nos harán más malos”. Llueve sobre mojado.
FLORO. La pizarrera. 11.10.2004